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EL AGUIJÓN
La crisis socioeconómica que padece Venezuela, ha generado ruido y controversia enérgica en los últimos años, apuntando a desestabilizar el escenario político. Desde la llegada de Nicolás Maduro al poder en 2013, el país ha enfrentado esa crisis sin precedentes (con el finado presidente la disimularon, recurso había para la maniobra). La falta de una respuesta efectiva por parte del gobierno ha llevado al país al borde del colapso, y ha generado tensiones a lo interno y externo de la nación.
Uno de los problemas ha radicado en la extrema polarización que han implantado sectores afectos al oficialismo, y de un sector de la oposición, quienes, apuntando al desconocimiento del otro, han fortalecido la estrategia del régimen, consciente e inconscientemente, para dividir y socavar las bases de apoyo de la disidencia en su conjunto. Aún con el escenario que se visualiza en los actuales momentos, siguen jugando a ellos, o nosotros. Esa polarización ha impedido que se encuentren soluciones a los problemas económicos y sociales que se registran. En muchos casos, las decisiones políticas tomadas por un bando son criticadas por el otro, lo que ha llevado a una parálisis política que ha debilitado la institucionalidad y la gobernabilidad del país, siendo eso muy peligroso, dadas las circunstancias.
A la polarización se suma la corrupción como otro factor que ha contribuido a la crisis señalada. Actores políticos de oposición, y funcionarios de alto rango en el gobierno, han sido acusados de hechos ilícitos que se sabían en el seno de la cúpula gubernamental, pero prefirieron taparlos, incrementando la pérdida de la confianza de la población en sus líderes. La impunidad, y la falta de transparencia en la gestión de los recursos públicos, aumenta también la incertidumbre en los mercados internacionales, que debilitan aún más la posibilidad de la inversión extranjera, empeorando la crisis socioeconómica.
La solución a la crisis que padecen los ciudadanos venezolanos no es fácil de resolver, y tampoco es rápida. Alcanzar un mínimo de gobernabilidad requiere de un diálogo político incluyente y constructivo, franco y respetuoso, que permita la búsqueda de medios, direccionados a solventar los problemas económicos y sociales del país. También es importante fortalecer las instituciones, y la democracia en Venezuela, para asegurar que las decisiones políticas sean tomadas de forma transparente y responsable, en beneficio de la población en su conjunto.
El asunto es extremadamente delicado y complejo. El presente y futuro del país depende de la voluntad que tengan los llamados líderes políticos de un sector y del otro, para reconocer la existencia del contrario, y aunar esfuerzo a favor del país. Sin diálogo se hunde el barco, y con ello, todos sus tripulantes.
Arturo Molina es educador y político venezolano. Conduce el programa de radio conduce el programa de radio Verdades y Visiones por Éxtasis 97,7 FM (Táchira Venezuela) Para más información del autor pincha en los siguientes enlaces:
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Correo: jarturomolina@gmail.com
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