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La emigración de nuestra población de los últimos 12 años ha cambiado rápidamente el mapa demográfico venezolano y lo que es peor, las características de la familia venezolana.
Hacia los años 70 Venezuela era considerado por los organismos especializados de la ONU, como uno de los países que menos emigrantes tenía en el universo. Venezuela era un país de inmigrantes. De excelentes inmigrantes, quienes venían a hacer labor de patria, quiero decir a trabajar honradamente, mis suegros entre ellos. La oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos informó ayer sábado 20 de enero que más de medio millón de migrantes cruzaron el Darién en 2023 y 63% son de Venezuela. No creo necesario recordar las condiciones que encuentran esos desesperados en esas complejas selvas tropicales, tan así difíciles que los soldados americanos llamados boinas verdes antes de ir a combatir en la guerra del Vietnam, era allí donde finalizaban su entrenamiento.
Pero muchas características de Venezuela como nación han cambiado muy rápidamente, hasta convertirnos en un país de emigrantes como hoy, sin duda lo somos. Pero veamos un poco más esta nueva situación que está viviendo la sociedad venezolana. Actualmente se contabilizan 8 millones de venezolanos repartidos por el mundo. Esto representa una pérdida en un lapso de 12 años del 25 % de su población total. Como dato comparativo podemos observar que la República de Siria en guerra desde marzo del año 2011, unos 5 millones de personas se han refugiado en otros países, esto es 3 millones menos que los venezolanos en fuga, en relación a un pueblo en guerra donde participan directamente superpotencias, me refiero a los Estados Unidos y a la Federación de Repúblicas Rusas.
La emigración de masa es negativa para cualquier país, pero la emigración de masa compuesta en un 80 % por la sabia joven de una nación es de una inaudita gravedad, ya que se trata mayoritariamente de venezolanos en edades comprendidas entre los 18 y los 40 años, por lo cual, para efectos de los medidores sociales, esta fase poblacional supone una aceleración del envejecimiento de la población. La migración venezolana persiste y es la segunda en el mundo. Detrás de los millones que han abandonado su país hay historias personales y familiares y eso marca a un pueblo, en el presente y también para el futuro..
Organismos especializados de organizaciones internacionales calculan que el número de nacionales que han abandonado el país se encuentra en alrededor de 8 millones, cifra que se inicia en aquellos fatídicos días en los que Chavez, con un pito en la boca decretó el inicio de la quiebra de la nación, al expulsar de nuestra industria petrolera los técnicos que hacían que Venezuela fuese un país en desarrollo. Venezuela ha perdido el 25 % de su población, un fenómeno de movilidad humana que es considerado por Naciones Unidas el segundo del mundo después del caso sirio. Los principales países de acogida son Colombia, Perú, Chile, Ecuador, Argentina y el norte de Brasil.
Según un informe presentado por técnicos al servicio del Fondo Monetario Internacional nos dice que la rápida integración de los migrantes, permitirá a las economías de los países de acogida incrementar el PIB en hasta 4,5 puntos porcentuales para 2030. Como base para estas afirmaciones utilizaré un despacho del Fondo Monetario Internacional, escrito por los economistas Marco Arena, Emilio Fernandez Corugedo, Jaime Guajardo y Juan Francisco Yepez: Más de ocho millones de venezolanos han abandonado el país desde 2010. De estos, seis millones se han establecido en países de América Latina, el resto en países que van desde Islandia hasta el lejano pacifico. El episodio migratorio más importante de la historia de la región, tiene su origen en el colapso de la economía del país y del desarrollo inclemente de dos gobiernos autócratas orientados por el robo y el despilfarro de uno de los países más ricos en recursos naturales del mundo.
El extremo de esta inmensa contradicción, es que el país sud americano, que antes de llegar al poder Chavez y socios, tenía el sistema de educación superior más avanzado del subcontinente americano, en los últimos 10 años el Presidente de la República es un burdo e inculto, pero audaz conductor de autobuses, oficio que se convierte en noble cuando lo ejerce personas honestas, para el bien de la comunidad.
La República de Colombia para diciembre del año 2023 le ha otorgado el estatuto de residentes a 1.960.000 venezolanos. Con una frontera común de 2219 kilómetros y totalmente permeable, se calcula que el número de venezolanos en Colombia se acercan a los 2.9 millones. El Banco de la República de Colombia calculó que esta inmigracion, que hasta el año 2021 era de cerca de 2 millones, tendría un gran e inesperado impacto en la economía colombiana: haría crecer el PIB en algo así como el 1.8 %. ya para el venidero 2024.
Según un estudio del Observatorio Migratorio de Venezuela de la Universidad del Rosario, de Bogotá, Colombia, para finales del año 2022, en el mundo había 7.320.225 venezolanos migrantes, de los cuales, el 39,54 % están en Colombia, por lo que esté ONG al mes de octubre del 2022 registraba un total de 2.894.593 venezolanos transferidos en la patria de Bolívar y Santander. Si estos datos fueran científicamente comprobado, el fenómeno de la migración venezolanos en el último año se habría incrementado en forma exponencial
Fenómeno este con varias causas y explicaciones, una de ellas nos la ofrece el Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros y el estudio Encovi de la Universidad Católica Andres Bello, al afirmar que una familia venezolana de cinco personas, necesita 155,5 salarios mínimos para acceder a la canasta alimentaria familiar, cuyo valor en diciembre fue de 531,95 dólares, según estimaciones difundidas este lunes 15 de enero por el Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros.
Se estima que, entre 2013 y 2021, el producto interno bruto de Venezuela disminuyó más del 75%, el porcentaje más elevado de los últimos 50 años para un país que no está en guerra. La pandemia de COVID-19 agravó la crisis económica y humanitaria; en 2020, más del 95% de los venezolanos vivían por debajo del umbral de pobreza.
Por otra parte, tan importante a largo plazo como el de la crisis alimentaria, es el desastre al cual nos han llevado los energúmenos de Miraflores, obligando a nuestro recurso más preciado, más que el bendito petróleo, nuestros profesionales a quienes el Estado venezolano formó con una inversión mil millonaria en los mejores centros de educación del mundo, léase “Plan de Becas Gran Mariscal de Ayacucho”, estén hoy esparcidos por el mundo, contribuyendo a la formación de riqueza en otras naciones, desde el África al lejano oriente, pasando por Guyana y por todas las américas.
¿Estamos conscientes que la comisión ejecutiva de la Unión Europea afirmó en el año de 1978 que Venezuela tenía los niveles de educación y de desarrollo humano superiores que los de le República Portugal, que un par de años antes había vista finalizado el largo y agonizante período de las dictaduras, primero de Salazar y después de los militares encabezados por el almirante Americo Tomas ?. Si así hubiese sido los que apoyaron a Hugo Chavez en las desgraciadas elecciones del año 1998, seguramente no hubiesen cometido ese inmenso e imborrable error y hoy no fuéramos la vergüenza de latinoamérica.
Ahora apreciados lectores, les propongo que veamos, aún muy brevemente, una razón y que seguramente será la más importante, la cual ha obligado a millones de venezolanos a abandonar la tierra donde nacieron y para muchos de ellos donde estaban creciendo: La actual realidad económica y social la cual, pasó de abundante a paupérrima.
En el año 2014 el PIB de Venezuela era de 482,4 millardos de dólares USA, mientras que per cápita era de 16. 054 dólares USA. El Producto Interno Bruto (PIB) venezolano descendió a niveles de US$ 19.000 millones de dólares en 2020, lo que supone un PIB por habitante de apenas US$ 600, cifra que significa un retroceso de 75 años, puesto que en 1950 el PIB per cápita ascendió a US$ 751,04. Lógicamente podremos entender sin más explicaciones por qué nuestra juventud, e inclusive adultos en edades medianas, se han visto en la imperiosa necesidad de emigrar, inclusive hacia países que hasta hace pocos años los veíamos como países “pobres”.
Por qué nuestros jóvenes se fueron y por qué continuarán abandonando nuestro país, es muy fácil de entender. Argentina y Colombia a raíz de los acontecimientos inesperados y diabólicos causados por el Covid 19, han perdido riqueza en forma discreta, mientras el caso de Venezuela nos dice que prácticamente la economía está desapareciendo. Huelga repetir que de la otrora gran Venezuela no hay nada. Todo lo robaron y en su paso, lo que aún quedaba, simplemente lo destruyeron. Emigrar forzado en las condiciones en las que lo están haciendo los venezolanos, encontrando en el camino todas las dificultades del mundo, es una herida que no sabemos si algún día se curará.
La llegada de venezolanos en busca de una vida mejor ha generado ciertas tensiones en los países latinoamericanos de acogida, especialmente en Chile y en Perú. Como el caso del Perú donde hoy hacen vida, trabajan y crean familia 1.460.000 compatriotas. País que ya enfrentaba un presupuesto ajustado, inclusive antes de la pandemia.
Colombia, calcula que gastó unos USD 600 por migrante en 2019. Este monto se destinó a ayuda humanitaria, salud, cuidado de niños, educación, vivienda y apoyo a la búsqueda de empleo. Con más de dos millones de recién llegados, esto significa USD 1.300 millones en asistencia. En 2019, el costo alcanzó el nivel máximo: el 0,5% del PIB de Colombia.
Concluyo con complacencia y optimismo por que la mayoría de los países latinoamericanos han tenido una política de gran comprensión y solidaridad hacia esta olas de desplazados, no obstante en muchos de ellos con limitados presupuestos para poder ofrecer servicios básicos como la asistencia sanitaria y la consiguiente integración, no siempre fácil.
Teníamos un país en pleno desarrollo, ¿ con problemas ? ciertamente, con una democracia, la que podíamos calificar de respetuosa del estado de derecho, un sistema educativo activo y participante del país nacional. Unas Fuerzas Armadas obedientes de la constitución y fieles a su juramento. Una industria petrolera en expansión y con un crecimiento poblacional constante. Hagamos todo, absolutamente todo lo que esté a nuestro alcance para no permitir que nos roben lo que nos queda de él, nuestra dignidad.
Raúl Ochoa Cuenca en Anfi del Mar, el 21 de enero del año 2024.
Una versión de este trabajo fue editada inicialmente el 14 de abril del año 2021.
https://www.imf.org/es/News/Articles/2022/12/06
Raúl Ochoa Cuenca en Anfi del Mar, el 21 de enero del año 2024.
Sobre el autor: Raúl Ochoa Cuenca es abogado con doctorado en Derecho Internacional Público y un post grado en Economía para el Desarrollo.
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